Los zombies o muertos vivientes, son esclavos sin mente sometidos por magos diabólicos de Haití, en la religión llamada vudú.
¿Acaso los brujos vudúes poseen de verdad el poder de reanimar los cuerpos que acaban de morir?
Al parecer, en el vudú moderno se recurre a una serpiente-diosa para que de vida al zombie según los deseos del brujo, convertido en dueño del cadáver. Los ritos que se practican combinan aspectos de la magia y de la religión africana.
El vudú desempeñó un papel importante en la expulsión de los franceses por parte de los haitianos. En agosto de 1791 Francia seguía zarandeada por la oleada revolucionaria que había comenzado dos años antes. Al principio no pareció que las cosas cambiaran mucho en Santo Domingo, el tercio occidental de la isla caribeña de La Española, la joya más brillante de la corona colonial francesa. Allí, 40.000 franceses controlaban a medio millón de esclavos negros y a 30.000 mulatos y cosechaban algodón, azúcar, café e índigo. El primer efecto de los disturbios en Francia fue mejorar la suerte de los mulatos. Entonces, los haitianos de piel oscura comenzaron a inquietarse, con la ayuda de un misterioso cura-brujo llamado Boukman que había llegado a Santo Domingo procedente de la colonia británica de Jamaica.
El 14 de agosto de 1791 Boukman reunió a los que querían seguirle en un remoto lugar de la selva. Según los relatos de la época, miles de esclavos recorrieron las sendas secretas de la selva hasta el lugar del encuentro, bajo una tremenda tormenta tropical que debió de añadir aún más horror a los actos que siguieron.
Boukman celebró un ritual de sangre, sacrificando un cerdo y pidiendo a todos los que quisieran ser libres que bebiesen la sangre caliente. La ceremonia acabó con una danza salvaje de borrachera divina, finalizada la cual los participantes desaparecieron de nuevo en la selva. Durante los días siguientes la mayoría de las grandes plantaciones fueron arrasadas, y sus propietarios asesinados. A pesar de que los colonos franceses más valientes permanecieron allí 12 años más, el resultado final de la reunión nocturna fue la derrota completa de los franceses y el establecimiento, bajo el liderazgo del presidente Toussaint L’Ouverture, de la república negra independiente de Haití, patria del vudú. Según las creencias del campesinado de Haití y de parte de la élite educada, también era la patria de los zombies.
El zombie es esclavo de un brujo diabólico, conocido por el nombre de bokor, que es quien extrae de su tumba el cadáver recién enterrado y quien le confiere una sombra de vida mediante ciertos conjuros. Sin embargo, se trata de una existencia incompleta: el zombie come, respira, excreta, oye e incluso habla, pero no recuerda nada de su vida anterior y no comprende nada de su propia condición actual.
El campesino de Haití, siempre alerta frente a cualquier aspecto diabólico o peligroso del vudú, es capaz de descubrir a un zombie por varios signos. El zombie suele caminar dando bandazos, realiza las acciones físicas de manera mecánica, tiene una mirada helada y desenfocada, y habla con voz nasal. Esta última característica, en particular, se asocia con la muerte en el folklore de Haití, probablemente debido a la costumbre de taponar las fosas nasales de los cadáveres con algodón. Los guédé (siniestros y lascivos dioses de la muerte del panteón vudú) se caracterizan por hablar de este modo. Cuando un devoto del culto vudú está poseído por un guédé, siempre habla con entonación nasal. Otra relación más entre los zombies y los dioses de la muerte nos la da el hecho de que uno de los más famosos dioses, el Capitán Guédé, a veces también es conocido bajo el hombre de Capitán Zombie.
Casi todos los haitianos temen la posibilidad de que sus parientes fallecidos puedan ser transformados en cadáveres ambulantes. En el Haití actual pueden apreciarse con facilidad varias de las medidas preventivas adoptadas para evitarlo. Así, por ejemplo, hasta los campesinos más humildes se endeudan para recubrir con pesadas losas las tumbas de sus parientes más cercanos. En las zonas rurales se excavan las tumbas lo más cerca posible de una carretera o camino, para que los brujos, por miedo a las miradas curiosas, no puedan llevar a cabo su nefasta tarea.
En otros casos, la familia del muerto velará la tumba durante noches seguidas hasta convencerse de que el cuerpo está suficientemente descompuesto y ya no le es útil a un bokor. Ocasionalmente, los muertos son enterrados directamente en los patios de las casas de los campesinos.