por J. Scoffern (1), M.B. Lond. (profesor de química y medicina forense en la Facultad de Medicina de Aldersgate).
Extracto de Hojas de Ciencia y Folclore, Londres: Tinsley Brothers, 1870. pp. 346-359. ————————————
Vampiros
Especular sobre el uso y abuso de las palabras, e inquirir acerca de la verdad, sin equívocos, nos valdrá razonablemente cierta duda acerca de las diversas significancias de la palabra “sobrenatural”. Si Mr. William Howitt (2) nos muestra –como sólo él puede- mesas de tras patas bailando, si él puede oír –como oyó- suave música ejecutada armoniosamente, por manos invisibles; si Mr. Home, desafiando la gravedad, asciende al techo y vuela sobre él –como tantas veces lo hizo. No sé quién tiene más derecho a llamar a ciertas cosas “sobrenaturales”; yo no soy alguien que pueda dudar de los hechos registrados.
Habiendo conocido la naturaleza humana por los grandes resultantes de las leyes y de las fuerzas que todos coincidimos en llamar naturales, ¿cómo podría cualquier manifestación de los sentidos humanos ser considerada, con justicia, sobrenatural?
Todo descubrimiento debe tener un comienzo. Los fenómenos observados antes de la aparición de los “hechos aparentes” siempre resultan misteriosos. Salomón, Sócrates y Solón fueron hombres inteligentes: ¿pudieron ellos considerar cosas misteriosas?, ¿qué habrían dicho de los mensajes enviados por la telegrafía eléctrica a kilómetros de distancia?
Cuando Pizarro despertó los ecos de los templos de los Incas, con el disparo de su artillería española sobre el terreno, me pregunto si los sacerdotes aztecas no consideraron este hecho como sobrenatural. Al respecto, creo que Mr. Howitt, Mr. Home y cualquier otro caballero que tenga una relación estrecha con el mundo espiritual, que haya tocado ese “margen” del cual Mr. Howitt habla, será digno de decir que nada ha pasado o puede pasar, nada se ha visto o podrá verse, nada se ha oído, nada se ha percibido, todavía, que justamente pueda llamarse sobrenatural.
Soy de los que han llegado a la conclusión de que más daño proviene de creer en poco que creer en demasía. Por mi parte, creo más en lo que es registrado por un hombre de buena reputación, con la condición de que mi propia experiencia no refute lo que él exponga. No se ahoga en un mundo de problemas, su fe es ilimitada, tiene el mérito, además, de ser muy lógico, recordando siempre que es posible demostrar una negación.
Después de realizar esta confesión de buena fe, no creo que sea maravilloso en lo más mínimo tener que estudiar las formas y costumbres de los espíritus, duendes, elementales, salamandras, gnomos, hadas y similares; brujas, magos, hechiceros, nigromantes de diversos países y diferentes épocas; criaturas, en definitiva, que algunas personas denominan –incorrectamente- como “sobrenaturales”.
Sí, he estado estudiándolos a todos ellos, desde los carcomidos tomos que acompañan el descubrimiento de la imprenta hasta hoy. Sí, las cosas llamadas falsamente “sobrenaturales”, los he estudiado a todos, y no menos cuidadosamente, a esos seres tan horribles, tan terriblemente curiosos: los vampiros sedientos de sangre, los Vroucolakas o Broucolakas como los llamaron los griegos**.
Por supuesto, quizás nunca fuere una revelación de extraordinaria credibilidad, sobre todo para los escépticos –gente de ciencia, como se llaman a sí mismos, hombres de mente paralizada, tan bellamente retratados por Mr. William Howitt – quienes reducirían los hechos narrados a la categoría de simples supersticiones, impulsados principalmente por la iglesia y los sacerdotes. En consecuencia, con respecto a los vampiros, como hecho establecido, he descubierto que la asunción de estas criaturas como reales implicaría el sometimiento a una cierta pretensión de que un individuo muere bajo la negación sacerdotal, y, que al ser enterrado, no podría permanecer de manera honesta como un cadáver destinado a la tierra.
¡Una pretensión efectiva! Como si el conocimiento de Michaël Ranft, quien escribió el libro Masticatione Mortuorum in Tumulis, no fuese digno de confianza. Como si el libro de título similar, publicado por Philip Rehrius, pudiese ser puesto en duda. Coincido en que estas consideraciones, publicadas por sus respectivos autores, no abundan en este tipo de hechos, como vampiros dentro de las tradiciones populares; pero son concluyentes en cuanto a la principal base de la creencia: afirman que los diversos cuerpos humanos se han conservado en una especie de “falsa vida”, son capaces de moverse en sus tumbas y de comer cualquier cosa que se encuentre cerca de sus fauces, y que inclusive es posible oirlos “masticando la muerte” como cerdos (de ahí el título del libro, De Mastication…).
Fantasmas, duendes, y resumiendo, todos los demás seres que algunos superficiales pensadores llaman “sobrenaturales” han existido y han sido posibles de estudiar mucho antes que el mundo comenzara a hablar, e incluso, a la vez***. Los observó Calmet (3) atentamente como fenómenos, véase su libro para mayor información*. Creo que los siguientes sentimientos, enunciados en el prefacio del libro, acapararon el reconocimiento de muchos y yo humildemente, destaco la enorme importancia acerca de los estudios realizados por el escritor, en la ciencia de lo denominado “sobrenatural”, sobre estos particulares “duendes” (si se les pudiera llamar así).
“Siempre es un motivo para pensar” escribe en el prefacio Calmet “engañarse a sí mismos, y es peligroso (habiéndose referido en un sentido religioso) pensar en motivos suficientes para denegar precipitadamente, a permanecer en la ignorancia deliberada o, voluntariamente, seguir envueltos en la superstición o la ilusión”****.
Se ha logrado mucho gracias a un individuo que ha aprendido a dudar con prudencia, de tal modo que no le permite a su juicio llegar más allá de los testimonios. Lo que más me ha impresionado es el tratamiento de los vampiros o “resucitados”.
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* Dissertations sur les Apparitions des Anges, des Démons, et des Esprits; et sur les Revenans et Vampires de Hongrie, de Bohême, de Moravie, et de Silésie. Par le R. P. Dom Augustin Calmet, Religieux Bénédictin, et Abbé de Senones en Lorraine. Paris, MDCCXLVI.
** de Hungría, de Moravia, y Polonia, los Broucolakas o Vroucolakas, llamados por los griegos, – todos los organismos que una vez excomulgados, no están en condiciones de deterioro.
*** La observación ha sido hecha por el Rev. H. Christmas, traductor del libro de Calmet Sur les Apariciones.., Calmet que parece menos dispuesto a creer en vampiros que en cualquier otra manifestación de los llamados fenómenos sobrenaturales. El reverendo traductor comienza una hipótesis para dar cuenta de esto, lo que probablemente puede ser, en cierta medida, correcto. Él dice que los registros de vampiros han pertenecido a personas, especialmente por la celebración de la fe oriental o griega, por lo que una creencia religiosa francesa es poco probable. Explicaré de qué manera es, exactamente, un vampiro o vroucolaka. Verdaderamente, el nombre es bastante común, pero el significado es, en parte o incluso totalmente, desconocido, aunque se encuentran en la boca de la mayoría de nosotros. Hace un tiempo, un autor muy popular, cediendo a la impulsividad, escribió que iba a despertar al welkin y, a continuación, actualmente, riéndose de sí mismo, confesó su total ignorancia de lo que un welkin podía ser exactamente. Un vampiro es, pues, – bien, ¿qué podemos decir? No es un fantasma, sin duda, salvo que modifique la mayoría de nuestros actuales conceptos de un fantasma. La mejor definición que puedo dar de un vampiro es que es un ser vivo, pícaro, y cadáver asesino. ¡Un cadáver con vida! Las palabras son salvajes, contradictorias, incomprensibles, pero también lo son los vampiros.
**** Calmet no sólo se refiere a los misterios de la vida y la muerte, sino que establece la extrema dificultad de cuantificar los fenómenos en los que un cadáver que se encuentra en la tumba encuentra placer en el abuso sexual, incluso asesinato de sus queridos amigos. Por último, el orador pregunta cómo puede ser que un cuerpo muerto, del cual el alma, la vida, ha huido, puede conservar una segunda vida. Además arroja dudas sobre el caso, pero de ninguna manera niega expresamente la existencia de vampiros. Creo que intenta hacer que parezca, indirectamente, que es totalmente una ilusión la creencia en vampiros, una ficción de la Iglesia de Grecia.
“Ranft arriba a una cierta conclusión “, escribe Cardan, “que algunos cadáveres han sido conocidos por devorar la ropa mortuoria y otras cosas a su alcance, e incluso su propia carne.” Observa que, en ciertas partes de Alemania, con el fin de prevenir este horrible hábito, los excavadores de tumbas están acostumbrados a depositar una buena cantidad de tierra alrededor de la barbilla de los muertos, o, a fin de garantizar la seguridad, los sepultureros arrojan cerca de los cadáveres un poco de plata, o una piedra, teniendo además la precaución de atar un pañuelo apretado alrededor de la garganta del fallecido.
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(1) John Scoffern: no ha dejado una profunda huella en los anales de la historia médica, pero fue el autor de numerosos libros y artículos sobre temas científicos y médicos, y, en su día un profesor apreciado. Recibió su educación médica en la escuela de medicina de Aldersgate, una de las varias escuelas de medicina privada que floreció a principios del siglo XIX, en Londres.
Toda su vida se relacionó al estudio pormenorizado del acontecer humano, desde la elaboración del azúcar en las colonias, hasta su participación en la guerra franco-prusiana (lo que le valió la obtención de la Cruz de Hierro). Indudablemente, los fenónemos “paranormales” no iban a ser la excepción, de los cuales, se han hallado sus innumerables estudios.
(2) William Howitt: fue un escritor inglés, apreciado por su amplísimo trabajo de observación al respecto de la Naturaleza. Su obra más meritoria, The Student Life of Germany, es un detallado estudio sobre la vida y las costumbres de Inglaterra.
(3) Dom Augustin Calmet: monje benedictino de la Congrégation de Saint-Vanne et Saint-Hydulphe, en Lorraine. La mano erudita de la iglesia que pretendió desacreditar aquellos “fetiches paganos” que amenazaban la profunda creencia de los fieles durante el 1700. Algunas veces incoherente, falto de conclusiones lógicas muy elaboradas o más creyente que los propios “profanos”, Calmet, en su afán sistemático por hallar los falsarios de tan inmunda creencia en muertos vivientes, concluyó sucumbiendo en aquella parafernalia sobrenatural, obsesionado por los mismos monstruos que se le encomendó desacreditar. Asimismo, su trabajo sentó las bases a futuras investigaciones sobre vampiros e iluminó, irremediablemente, a ilustrados tan incrédulos como Voltaire.